Cuántas veces hemos escuchado a madres y padres (o incluso, a nosotros mismos) quejarse de que sus hijos no quieren sentarse a estudiar, de que están todo el día jugando, que les cuesta horrores que por las tardes hagan sus deberes, o de que se centren en cosas “serias”, como la lectoescritura o el cálculo mental.
El juego te enseña a pensar
Las funciones ejecutivas son habilidades cerebrales esenciales para nuestra vida cotidiana, que nos permiten tomar decisiones apropiadas y adoptar comportamientos adaptados a las situaciones. Cada una de nuestras habilidades ejecutivas puede ser, por tanto, trabajada y fortalecida a través del juego.
Permite equivocarse
El juego les da la oportunidad de repetir una acción determinada todas las veces necesarias para perfeccionarla sin que nadie les penalice el error más allá de empezar una nueva partida, o simplemente empezar de nuevo.