Él ya era una estrella consagrada cuando la conoció gracias a éxitos como El ídolo de barro (1949, donde se negó a contar con un doble y él mismo interpretó todas las escenas de boxeo) o Cautivos del mal (1952) que, por cierto, le valieron nominaciones a los Óscar, y estaba recuperándose del divorcio de su primera esposa, Diana Dill, madre de Michael y Joel Douglas.
Anne Buydens, que lo sobrevive con 100 años, era publicista cuando se conocieron en París en 1953. Nacida un 19 de abril de 1919 en Hanover, Alemania, huyó de su país con su familia en el auge del nacismo cuando era adolescente, emigrando a Bélgica y comenzando sus pinitos en el cine haciendo traducciones de subtítulos para un estudio. Pero vayamos al principio. A pesar de ser uno de los galanes más cotizados de la época, con unos ojos azules que tenían el don de traspasar la pantalla, Anne lo rechazó cuando le pidió una cita. Se conocieron en la capital francesa cuando un fotógrafo amigo de los dos los introdujo en el set de Acto de amor, justo cuando los dos estaban con otras personas. Kirk estaba comprometido en secreto con la actriz Pier Angeli y ella estaba casada con un amigo belga para mantenerse segura durante la Segunda Guerra Mundial. Según Anne recuerda en el libro conjunto de la pareja, Kirk and Anne: Letters of love, laughter ad a lifetime in Hollywood –una compilación de cartas que se escribían a lo largo de los años- el actor no fue para nada sutil, diciéndole “Ven, déjame que te lleve a la guarida del león”. Aunque hoy en día ningún actor se atrevería a lanzar una frase de este tipo debido a las nuevas normas de conducta en Hollywood tras movimientos como Time’s Up y #MeToo, esa guarida no era más que su camerino, donde le preguntó si podía llevarla a cenar. Él había pensado llevarla a un restaurante “caro” y “romántico”, como reveló en una entrevista, creyendo que así le demostraría su galantería y buen gusto. Pero ella lo rechazó. “No gracias, creo que me iré a casa y me haré unos huevos revueltos” le contestó.
“Era la mujer más difícil que jamás había conocido” dijo Kirk a USA Today hace tiempo. “Yo era una estrella de cine enorme. Y la había invitado a cenar y ella dijo ‘Oh, muchas gracias, pero estoy cansada’”. Pero las cosas no terminaron ahí. Kirk persistió, dejando a un lado esa idea inicial que por ser estrella de cine podía conquistarla, desarrollando una relación platónica cuando Anne comenzó a trabajar como publicista para él. “Dejé de hablar de mi mismo y comencé a escucharla” contó él en el libro.
Y así, poco a poco, fue dejando su coraza a un lado para mostrarse como un ser humano más, conquistándola lejos de su imagen de héroe cinematográfico. Es más, el día que ella supo que se había enamorado, él no estaba haciendo nada relacionado con el cine, sino levantando excremento de un animal. Como lo leen. Sucedió una noche que fueron a una gala benéfica celebrada en un circo, donde Douglas ayudó a recoger estiércol de elefante vestido con un esmoquin. «Eso es lo que me atrapó«, dijo Buydens a USA Today. «No solo fue gracioso, sino que me demostró que podía hacer cosas que no se esperaban de él«. Y así, Cupido hizo de las suyas. Tantos años de gala posando delante de las cámaras para terminar conquistando al amor de su vida con excremento animal. Touché Cupido.
Se casaron en mayo de 1954, y durante aquellos primeros años juntos, Kirk se atrevió más que nunca. Al año siguiente plantaba cara a Hollywood y su miedo al comunismo alejándose de las normas impuestas por los estudios para montar su propia compañía, Bryna Productions, y así hacer lo que le apetecía. De ese proyecto nacieron dos de sus películas más recordadas: Senderos de gloria (1956) y Espartaco (1960), dándole una oportunidad a un desconocido Stanley Kubrick en ambas ocasiones y haciendo frente al blacklist al contratar al guionista desterrado de Hollywood por comunista, Dalton Trumbo, para que escribiera el guion de la cinta peplum por excelencia con un crédito oficial. Era la primera vez que el aclamado guionista veía su nombre en una película en más de diez años firmando con seudónimos.
En esos años incluso volvió a los escenarios de Broadway con una adaptacion de Alguien voló sobre el nido del cuco. Como anécdota, les cuento que Kirk adoraba esta historia y soñaba con poder llevarla al cine. Poco después compró los derechos cinematográficos. Él nunca pudo hacerla de nuevo, pero sí su hijo Michael Douglas. La produjo en su lugar, ganando cinco premios Óscar y compartiendo las ganancias con su padre.
Pero volviendo a Anne. A lo largo de su vida juntos tenían la costumbre de escribirse cartas de amor. “Cariño, ¿cómo es que cuando estoy lejos de ti, tal amor por ti me supera a las 2:30 de la mañana?” le escribió Kirk mientras rodaba Senderos de gloria. “Me despierto para escribirte. Qué incompleto me siento sin mi familia. ¿Cómo puede un hombre vivir solo? Vivir solo por uno mismo es estar muerto. Y si, doy la bienvenida a esta separación para que despierte mi conciencia sobre lo mucho que significas para mí. Las horas tempranas sacan el poeta que hay en mí”. Qué bonito…
Pero ella tampoco se quedaba atrás. En muchas de sus respuestas publicadas en el libro habla de “lo triste” y “deprimida” que se sentía cuando él no estaba a su lado.
De todos modos, a pesar del amor que se profesaban en papel, detrás y delante de las cámaras, no todo fue de color de rosa. Hay quienes no estemos de acuerdo y quienes sí, pero ambos mantenían un amor libre en donde Kirk tenía cierta libertad. En el mismo libro, Kirk revela que fue infiel en varias ocasiones con compañeras como Patricia Neal y Rita Hayworth, entre otras. Y Anne siempre lo supo. El actor no escondía sus aventuras extramaritales y ella lo comprendía. “Kirk nunca intentó esconder sus diversiones de mí. Como europea, entendía que era irrealista esperar fidelidad total en el matrimonio” confesó Anne en el libro.
La lealtad siempre se mantuvo entre los dos a pesar de todo. Tuvieron dos hijos, Peter y Eric -éste último murió en 2004 a los 46 años por una sobredosis accidental- y ella lo cuidó en cada momento de adversidad. Incluso lo salvó de la muerte por mera premonición. Kirk tenía previsto volar a Nueva York con el esposo de Elizabeth Taylor, el director Mike Todd, en un avión privado en 1958. Pero ella insistía que tenía “una sensación rara” al respecto y le insistió que no fuera. Tanto que terminaron discutiendo y Kirk decidió quedarse en casa. Poco después escucharon las noticias en la radio. El avión se había estrellado sin dejar supervivientes.
Juntos se enfrentaron a la trágica muerte de Eric, a la batalla de Anne contra el cáncer de pecho y al derrame cerebral que Kirk tuvo en 1996 y lo dejó con problemas para el habla. Casi 70 años de matrimonio formando una unión que los mantuvo unidos formando una de las familias más solidas de Hollywood. Juntos fueron de los filántropos más conocidos de la industria, celebrando cenas de Acción de Gracias durante años para personas sin techo.
Pruebas de ese amor las encontramos en el discurso de Kirk cuando aceptó el Óscar honorifico en 1996, cuando se lo dedicó exclusivamente a ella. “Veo a mis cuatro hijos. Están orgullosos de su viejo padre. Y yo también lo estoy. Orgulloso de ser parte de Hollywood durante 50 años. Pero esto es para mi esposa, Anne, te amo”.
Incluso en el libro que publicaron sobre su amor en 2015, Kirk incluye el que creía que era su mejor poema, uno que escribió para Anne y se titula “El romance comienza a los 80”.