Un consumidor tiene un problema con, por ejemplo, su conexión a internet. Llama a la compañía proveedora y, luego de pasar por varias rondas de opciones, logra sumarse a la línea que espera la atención de un agente. Marcó 9, 1, 7, 5, 2, 0 y sólo consiguió escuchar música y un mensaje que le dice que las personas están atendiendo a otros. Por fin lo atiende el representante, que le pide una miríada de datos para confirmar su identidad. Para entonces está irritado, más interesado en cortar que en recuperar el servicio. La pregunta «¿En qué lo puedo ayudar?» le parece una ironía. La conversación se desarrolla tensa y en ocasiones no tiene final feliz.